Y respiró. Con la tranqulidad y el sosiego que otorga una decisión tomada. Aún sin saber si era la acertada o no; aún sin tener la más mínima idea de si el futuro se presentará en forma de arrepentimiento. Respiró.
Notó cómo sus pulmones se llenaban de aire, aire de paz, como hacía tiempo que no lo hacían. Experimentó la extraña sensación que el aire se tornaba líquido y recorría milímetro a milímetro su cuerpo, hasta volver a salir de él y ser libre de nuevo. Alivio.
Respirar tras asumir limitaciones; respirar tras darte cuenta de que no siempre puedes dar los pasos a la velocidad de los demás; es una de las más bellas sensaciones.
Porque cuando no tienes camino, pero decides buscarlo y te propones hacerlo paso a paso, has avanzado, sin apenas andar, con importantisimas zancadas. Y desde ese momento, todos los segundos que componen los días, recobran su color y su sentido. Y respirar se convierte otra vez en algo favorable. Necesitaba un bálsamo para dejar de ahogarme.
...Creo que he vuelto...