Se fue encantada. La sonrisa ocupaba ahora un lugar permanente en su rostro; la alegría dirigía sus pasos con un ritmo ligero y desenfadado. A pesar de estar en mitad de la noche, las calles parecían haberse llenado de vivos colores. Un intenso brillo renacía en sus ojos, mientras su cabello bailaba con el son alegre de una euforia descontrolada.
Todos aquellos oscuros pensamientos fueron borrados en el mismo instante en que notó a lo lejos su presencia. Y, como tantas otras veces, volvió a sentir aquel terremoto en el estómago que nunca supo controlar. Su alma se llenó de orgullo y el honor invadió de nuevo todos sus sentidos. Ya no recordaba el malestar irremediable que le provocaba escalofríos, cuando sentía que, quizá, el tiempo le había arrebatado todos los regalos que un día le entregaron.
Pero bastaron unos saludos para curar aquella sobredosis de pesimismo; y comprendió lo absurdo de pensar demasiado.
Volvió a ser la carcajada la banda sonora como solía; volvió a ser la complicidad el aliciente perfecto; volvió a ser la confianza la que marcaba las horas y el cariño recíproco el aire que respirábamos.
Sintió sus pies despegarse del suelo, mientras su corazón latía con desenfreno. Miró un segundo al horizonte y se impresionó al saborear de nuevo la sensación de que los kilómetros y las horas de viaje no tenían la más mínima importancia cuando se trataba de ellos. El más dulce de los destinos.
Palabras y gestos. Guiños y detalles. La felicidad conquistó su ser cuando se percató de que, como en los anteriores encuentros, tuvo que dejar de soñar despierta para vivir sueños reales.
La pasión que eriza su vello y hace temblar sus cimientos. La maravillosa intensidad con la que vibra cada centímetro de piel y se embelesa su conciencia si están sobre un escenario.
Se emocionó cuando dos lágrimas deslizándose por sus mejillas le anunciaban la confirmación de que, pasen los días que pasen, los meses, los años; la ilusión agigantada que definía su predilección por todos ellos hacía infinitamente más fuerte lo que los une, que todo aquello que los separa.
Y esta vez nisiquiera sintió pena al verlos marchar, porque sabía perfectamente que aquella noche en Córdoba había sido tan sólo otro principio.
...No sabeis lo mucho que os echaba de menos... ;-)
G R A C I A S