Y ahí estaba yo, aguantando la mirada. Con la fuerza superficial de quien se muere por dentro. Fijamente, sin parpadear.
Sus ojos clavados en los mios parecían pedirme clemencia, y, de forma paradójica, parecían perdonarme la vida a la vez. Pero yo miraba fijamente.
Fueron pocos segundos, quizá cinco...Pero para mí era una lucha eterna. No moví ni un milímetro mi cuerpo, desafiante bajo el marco de la puerta. Como si de una foto se tratase, permanecí inmóvil todo el tiempo. No existía ninguna razón aparente para creer que, pese a esa estructura de hierro en la que me había convertido, mi alma estaba soñando en ese instante con que tan sólo fuera una historia inventada más. De esas que surgen cada minuto en mi cabeza. De esas que han construido una vida paralela, para huir de las miradas que nunca quisé mirar.
Y, lo cierto es que, llegado este día, siento que al fin he subido al barco en el que nunca quise zarpar.
1 comentario:
no sabria diferenciar si es tu hostoria o la mia...
Publicar un comentario