Raciona tus guiños en mi cartilla, regálame una sonrisa improvisada. Como si entendieras mis esfuerzos, como si recompensaras mis intentos de alquilar tu atención.
Se vende cara tu presencia. Se me antoja inalcanzable tu conquista. Ruego por tus palabras. Me desmarco de tu libre albedrío y ya ni me planteo acaparar un segundo de tu día con mis caricias.
Ni siquiera sé por qué te escribo, si no estás. Ni siquiera sé por qué te sueño, si no encajas en mi absurda realidad.
...Y es que, quizá, seguir soñándote me ilusione. Y quizá pueda pintar mis días de ciencia ficción. Mientras tú piensas que he vendido mi alma a otro interesado, y crees que no guardo en mi memoria cada paso que das.
...Como probable es también que pida demasiado si me empeño en que repares en el brillo de mis ojos cuando apareces. O que entiendas que vuelvo a luchar contra las nubes para conseguir el mejor asiento en el cielo al que me elevas. Como si el infinito fuera un simple error de cálculo; como si la luna no tuviera nada que hacer, y la lluvia no mojara las baldosas que, tras un improvisado tercer acto, esperan ansiosas su final.
Levanta la vista y me verás. Esperando la oportunidad de replicar tus quejas, deseando discutir las más estúpidas diferencias. Un suspiro. Un error. Una duda. Contigo. Una idea, contigo. Un mal día, contigo. Una carcajada, un principio, una mirada. Cualquier cosa, contigo.
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