jueves, 1 de septiembre de 2011

La guerra de cada día

Aún recuerdo soñarte, como un futuro feliz, nítido, vivo en mi cabeza aun sin haber nacido. Aún añoro tenerte, a pesar de que estás aquí y te rozo cada día con las yemas de los dedos. Y te abrazo, te siento, disfruto de tu presencia, cuando la mañana huele a café recién hecho y mi orgullo se plasma en cuatro letras mal juntadas.

Hay quien me confía un espacio para vomitar mis ganas de gritarle al mundo que existo. Para alinear mi pecho con quien se crea más alto, y enseñar mi cabeza por encima de la de los genios. Presentar mi candidatura al concurso de los principiantes, con el único argumento de morirme por tener algo que contar.

No es fácil sentir que cada día es el primero, pero siempre me pareció apasionante lo imposible, y emocionante lo complejo de alcanzar. Si mi inseguridad, esa que tan bien conoces, hablara te contaría con extremo detalle los días que he derramado mares hasta aprender a nadar.

Y hoy, años después de aquellos sueños, siento que aunque despierte estás conmigo. He conseguido alcanzarte, casi sin darme cuenta. Estás, y daría lo que fuera por no perderte. Porque, a pesar de las piedras que los que te poseen se empeñan en colocar en el camino, cuando sea que acaba el día la sonrisa es la mejor definición de mi rostro. Porque sé que, al levantarme, tendré una nueva oportunidad de demostrar que es muy fácil ser feliz cuando te dan la oportunidad de sentir el placer que te proporciona contar las cosas.

1 comentario:

DAMIAN dijo...

Al fin tu "loca cordura" vuelve, como un regalo de primavera al paladar del alma, donde las palabras deslizan poses de un sueño musical que alegra las estancias de mi ser. Gracias.