miércoles, 9 de abril de 2008

Pesadilla reminiscente

Pensaba. No paraba de pensar. En la soledad de su cuarto su conciencia drogada le repetía una y otra vez los mismos pensamientos:
"Porque no importa cuánto duela alguien. Porque cinco minutos buenos recompensarán 23 horas y 55 minutos de sufrimiento. Si te tengo de alguna manera, ¿qué coño importo yo?"

Se despertó sobresaltada. Los números rojos del reloj de la mesilla eran la única luz que alumbraba la habitación, amén de las ranuras de la persiana. Las cuatro en punto. Estaba sudando y respiraba jadeante. Había tenido una horrible pesadilla.

En ella se olvidaba de sí misma por amor. Pasaba sus días bajo el suelo, conformándose, sin hacer ningún intento de subir arriba. Creía sonreir al lado correcto de la vida, creía estar perfectamente; pero, se engañaba. Era capaz de recitar una por una las excusas que solía anteponer a la verdad. Y hasta se las creía. Sabía que aquello no estaba bien, pero, al cabo de un suspiro se olvidaba y volvía a ilusionarse incluso con lo más insignificante que recibía de aquella persona que le atrapaba. Lloraba, se deprimía, pero daba igual, siempre volvía a las andadas. No se daba cuenta de que, hacía ya mucho tiempo, se había perdido. Había desaparecido. Que los espejismos de felicidad no eran nada más que eso, espejismos.

Afortunadamente para ella esto sólo era un mal sueño. Se levantó de la cama; y, aún nerviosa por el susto, se dirigió a la cocina a por un poco de agua. Y vuelta a dormir. Placidamente.

Porque ella sabía que no era tan gilipollas como para dejar que esa pesadilla se volviera realidad otra vez. Porque ella sabía que nadie, absolutamente nadie, por muy idealizado que lo tengas, merecerá que sufras de esa absurda manera. Porque ella sabía que lo primero es pensar en uno mismo. Y vivir. Y lo sabía, porque aquella pesadilla que le había despertado en medio de la noche no era un mal sueño: era un recuerdo.

Un recuerdo de un error del que aprendió tanto que hasta se siente orgullosa. Un recuerdo del que no cambia ni un solo segundo; porque es un recuerdo que asusta, pero no duele. Porque cuando echa la vista atrás sonríe por haber sido capaz de salir de aquella cárcel. Porque dio un paso enorme que, lo mismo que liberaba, dolía. Dolía muchísimo. Sintió un dolor desgarrador contra el que tuvo que enfrentarse. Una guerra imposible de la que, tras muchas batallas, finalmente salió vencedora. Porque tenía la mejor de las armas: la voluntad. Porque sabía que lo único que necesitas para querer vencer es QUERER. Y si quieres lo haces; si quieres no te rindes; y si quieres vences. Ganas. Triunfas. VIVES. No es fácil, pero, es necesario.

"...Si crees que estás bien donde estás; si piensas que es hasta ahí donde puedes llegar; si crees que puedes permanecer ahí parado y piensas que bajo el suelo no estás perdido; entonces, ¿por qué el resto del mundo estamos aquí arriba?"

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Voy a matar al primero que piense que esto es autobiográfico. Cualquier parecido con MI realidad es pura coincidencia ;-)





6 comentarios:

SaNdRa* dijo...

Y si yo te suelo dar sobresalientes no es por casualidad...esq eres una gran trozo puta escribiendo :p

Grande bomba Carbajo! Un 9.5 ( nunca doy dieces tu sabe :p)

TeSeA dijo...

Pos matame. Pero esto es autobiografia pura y dura. ¿O no?

Xurryrisa dijo...

Digas lo que digas tiene un gran punto autobiográfico, aunque imagino que casi todo el mundo se ha sentido así en algún momento.

"No es fácil, pero es necesario"... me encanta

SaNdRa* dijo...

Soy la única que ha entendido que la última frase era irónica? =p

TeSeA dijo...

Habrás entendido eso, pero no que mi comentario...también lo era jajaja

SaNdRa* dijo...

Nadie lo entiendió fiu :p