domingo, 11 de mayo de 2008

Ley de vida

El frió va conquistando la calle mientras ellos, como siempre, consumen las primeras horas del domingo entre copas, en el lugar de siempre. El alcohol empieza a alterar los comportamientos, comienza a dejarse notar en las palabras y, a veces, torpemente deja escapar cosas que no se quieren decir, o, incluso, es capaz de impulsar palabras al exterior, a los oidos del resto, que ellos nunca se atrevieron a liberar.

Y entre todas estas inesperadas -a la par que habituales- palabras de alcohol, surge una discusión. Una disputa entre aquellos dos que tantos momentos en común comparten. Secretos y confesiones. Fiestas y locuras. Recuerdos que, en medio de la disputa, parecen no haber existido jamás.

El tono de sus réplicas va subiendo a una velocidad directamente proporcional a la que disminuye el alcohol en sus vasos. Ambos están enzarzados en una discusión absurda. Yo los observo justo a su lado. Alguna vez intervengo.

Otras veces, sólo río, pensando en que, a veces, ni siquiera el alcohol es capaz de aclarar sus palabras. De unificar sus pensamientos porque, aunque se empeñen en defender lo suyo, los dos sienten exactamente lo mismo. Que el alcohol no es capaz de animarles a poner fin de una vez a ese innecesario embrollo. De soltar lo que tanto se callan, y que tanto les remuerde por dentro. Ese dolor que sienten cuando escuchan los nudillos de la ley de vida llamando a la puerta. Una ley de vida a la que aceptan, porque no hay más remedio. Pero, por la que discuten, armados con el orgullo. El orgullo que les impide dejar de discutir y decirse de forma sincera: "te voy a echar de menos"


Recuerdo perfectamente cada uno de sus argumentos. Los del que se va; los del que ve afectada la unidad del grupo con su marcha. Ambos parecían enfadados pero, paradojicamente, el motivo de su enojo era exactamente el mismo. Y es que duele, duele irse, duele ver a tus amigos marcharse. Duele crecer, duele separarse, duele no verse tanto como antes. Pero, aún queda tiempo, muchos meses por delante para disfrutar, y todos sabemos que siempre estaremos ahí. Sólo hay que adaptarse a la nueva amiga del grupo; sólo hay que hacerle un hueco a la ley de vida, y aprender a convivir con ella. Después de todo, siempre -lo sabéis de sobra- sin importar el tiempo que nos separe, habrá cosas que nunca cambien ;-)

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